Ves el mundo, tu mundo, el mundo de los demás, de los de allí, de los de acá, de los que están cercar, de los que están lejos... y en él ves una cosa en común: hay crisis. Si, hay crisis, y ¡que crisis! menuda crisis, vaya crisis. Como esta pocas se recuerdan, la verdad, pues en ninguna otra se ha obviado tanto lo único que importa en la vida: AMAR. Porque la gente ya no ama, la gente ha perdido la noción del tiempo, de la vida, del espacio. Las personas ya no quieren vivir, quieren sobrevivir, experimentar cosas, sentir sensaciones, gustarse de las cosas mundanas.
Y yo me pregunto... ¿Para qué tanta farsa? Si todos sabemos que eso es una mentira, es un engaño. Todos reconocemos que no son más que vicios, y que, en lugar de tener libertad, somos esclavos de ella. Entonces, ¿cuál es el motivo de tamaña locura? Pues es bien sencillo:
Que la gente busca en el lugar equivocado; al ver a la Iglesia y ver que nosotros creemos en Cristo, se piensan que ofrecemos cosas raras, que intentamos convencerles de algo... y lo único que ofrecemos es amor. Pero amigo, que grave pecado es la envidia, la codicia, la soberbia. Y que difícil es saber ser humildes y reconocer las cosas tal cual son, sin tener un prejuicio de ellas.
Porque no te acercas a un cura, a una parroquia, tu que no crees, o tu que reniegas de tu fe y observas si lo que ofrecen es algo distinto al amor. Si lo encuentras, entonces verás como ahí faltas tu para dar amor. Donde otros no llegan ahí estás tu para llegar por ellos. Si te pensabas que ésto no va contigo, te diré una cosa: está en tus venas, lo llevas en la sangre.
Y no hay nada peor en el mundo que renegar de uno mismo. Porque tú, si tú, tienes madera de santo.
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