miércoles, 2 de marzo de 2011

Quid est Veritas?, Dijo Pilatos. Yo soy el Camino, La Verdad y la Vida, dice el Señor.

                                         SALMO 45: "Callad y sabed que yo soy Dios"
¡Qué bien me viene ese aviso Señor! Al escucharlo de tus labios siento que todo mi bienestar espiritual, mi avance y mi felicidad dependen de eso. Si aprendo a callarme, a quedarme tranquilo, a relajarme, a dejar con fe y confianza que las cosas sigan su curso, estaré en disposición de saber que tú eres Dios y Señor, que el mundo está en tus manos, y yo con él, y que en esa revelación es donde se encuentra la paz y la alegria del alma. Sin embargo he de confesar que eso es lo que pero se hacer: estarme quieto. Siempre estoy moviendome, apresurándome y preocupándome. Siempre haciendo cosas y trazando planes y urgiendo reformas y volviendome loco y volviendo loco a todo el mundo con toda clase de actividades sin cuento. Incluso en mi vida de oración, no ceso de pensar y planear y controlar y examinar y tratar de mejorar siempre lo que hago, con la motivación de conseguir mañana más perfeccionista nato, y quiero tener garantías de que todo lo que yo haga, sea de mi profesión o en la oración, ha de ser, sin falta, lo mejor que yo pueda hacer. Esa misma insistencia destruye el equilibrio de mi mente y me hace imposible encontrarte a ti con paz. Quiero dirigir mi propia vida, por no decir el futuro de la sociedad y los destinos de la humanidad. Quiero ser yo el que lleve los mandos. Y por eso estoy siempre moviéndome, tanto en la avalancha de mis pensamientos como en el torrente de mis actividades. Y esa misma prisa me ciega para no ver presencia y me hace perder la oferta de tu poder y de tu gracia. No te veo, porque estoy demasiado ocupado con verme a mí mismo. Lleno mi vida de actividad febril, y no dejo tiempo para estar contigo. Entonces me siento vacío sin ti, y apiño aún más actividades para cubrir mi vacío. ¡Esfuerzo inútil! Mi desengaño crece, y distancia de ti aumenta. Círculo vicioso que atenua mi vida. Entonces oigo tu voz: "Estate quieto, y veras que yo soy Dios". Me dices que me calme, que frene, que entre en el silencio y la quietud. Quieres que yo afloje mis controles, que tome las cosas con calma, que invite a la tranquilidad. Me pides  que me siente y que te mire. Que vea que mi vida está en tus manos, que tú diriges el curso de la creación, que majestad. Sólo en el silencio puedo adorar.
¿Por qué, Señor, no queremos Creer? ¿Por qué intentamos luchar por nuestra cuenta, si tu nos tiendes la mano? ¿Por qué hacemos caso a lo que nos promete el mundo, las riquezas, la fama...? ¿Por qué fijamos en ello nuestras metas, si todo eso es finito, pero Tu nos ofreces la Eternidad? ¿Por qué nos cuesta tanto seguirte?, si Tu as muerto por nosotros, para salvarnos, que contradictorio que luego vayamos por otro camino, si Tu nos prometes ser felices. ¿No es lo que todos deseamos? Dios mio, que vea  "que no hace falta más que Jesucriiiiiisto".

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