lunes, 6 de febrero de 2012

¿Y si alguien te estuviera esperando?

Hay cosas en esta vida que la cambian y nos provocan sensaciones maravillosas, únicas.
Te hacen sentir especial, dichoso, amado.
Pero existe alguien que lo cambia todo, que no tiene prisa, no se cansa de esperar.
Es fiel hasta siempre y para siempre.
No le preguntes por qué, pero el hecho es que jamás dejará de aguardar tu regreso.
No habrá un sólo momento en el que deje de estar ahí y sólo cambiará cuando os encontréis por fin.
Ese alguien lleva toda tu vida esperando ese momento... igual nunca llega, pero no importa.
Tan sólo depende de ti, porque es tu elección. Tu decides...
¿Qué pasaría si alguien te estuviera esperando?

Esta es una historia real que tiene mucho que ver con mi relato, quien tenga entendimiento, que lo entienda:

Hachikō (ハチ公? 10 de noviembre de 19238 de marzo de 1934), conocido en japonés como chūken Hachikō (忠犬ハチ公? «el perro fiel Hachikō» ('hachi' significa 'ocho')) y 'kō' (cuyo significado es príncipe o duque), fue un perro de raza akita nacido en una granja cerca de la ciudad de Ōdate (Prefectura de AkitaJapón),1 recordado por su lealtad a su amo Eisaburō Ueno, un profesor del departamento de agricultura de la Universidad de Tokio, incluso varios años después de la muerte de éste.

En 1924, Eisaburō Ueno, un profesor del departamento de agricultura en la Universidad de Tokio, adoptó a Hachikō como su mascota. Desde entonces, cada día Hachikō lo esperaba en la puerta delantera de la estación de Shibuya para saludar a su amo al final de cada día. Esta rutina continuó sin interrupciones hasta el mes de mayo de 1925, cuando el profesor Ueno ya no regresó, como de costumbre, en tren, pues previamente había sufrido una hemorragia cerebral mientras impartía clases en launiversidad de Tokio, y murió. Debido a esto, jamás regresó a la estación de tren, donde su leal mascota lo esperaba. Hachikō demostró lealtad a su dueño; y cada día, por los siguientes diez años de su vida, esperó en el acostumbrado sitio donde se sentaba, justo enfrente de la estación.
Conforme transcurría el tiempo, Hachikō comenzó a llamar la atención de propios y extraños en la estación; mucha gente que solía acudir con frecuencia a la estación habían sido testigos de cómo Hachikō acompañaba cada día al profesor Ueno antes de su muerte. Fueron estas mismas personas las que cuidaron y alimentaron a Hachi durante ese largo período.2

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